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La última sesión de las Cortes republicanas reunidas en el Castillo de Figueras (1939)

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Luis Alberto Egea | Unión Republicana

La decisiva batalla del Ebro a finales de 1938 determinó el destino de la II República Española. Las tropas del Ejército republicano quedaron muy mermadas y con escasez de abastecimientos, lo que provocó la caída del frente de Cataluña, que había permanecido leal a la República desde el comienzo de la guerra. Tras intensos bombardeos, las tropas golpistas ocuparon Barcelona en enero de 1939. El miedo a las represalias llevó a miles de personas a retirarse hacía Francia y la riada humana desbordó todas las previsiones. La frontera ofrecía escenas de tragedia, el caos se apoderó de los refugiados tras verse atacados por los aviones de la Legión Cóndor.

Entretanto, tras la caída de Barcelona, las Cortes de la II República Española se trasladaron a Figueras, a pocos kilómetros de la frontera con Francia. La noche del 1 de febrero de 1939 se celebraron en el Castillo de San Fernando la última sesión de las Cortes republicanas en suelo español. A las 22:30 horas de la noche se inició la solemne sesión a diez metros de profundidad en los sótanos del castillo para protegerse de los continuos bombardeos de la aviación fascista. En una tribuna improvisada ofrecieron sus discursos con entereza y serenidad, el presidente del Gobierno, Juan Negrín y el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio.

En aquella histórica sesión el diputado de Unión Republicana, Álvaro Pascual Leone Forner, presentó a la mesa la siguiente proposición elaborada por Martínez Barrio, de la que dio lectura.


Al Congreso

«Los diputados que suscriben proponen a la Cámara que acuerde y haga la siguiente declaración:

Las Cortes de la Nación, elegidas y convocadas con sujeción estricta a la Constitución del país, ratifican a su pueblo, y ante la opinión universal, el derecho legítimo de España a conservar la integridad de su territorio y la libre soberanía de su destino político.

Proclaman solemnemente que a esta obra de independencia y libertad nacional asiste unánime el concurso de los Españoles, y que, sean cuales fueren las vicisitudes transitorias de la guerra, permanecerán firmemente unidos en la defensa de sus derechos imprescriptibles.

Saludan al Ejército de Mar, Tierra y Aire, y ratifican su confianza invariable en el porvenir glorioso y libre de la patria española.

Castillo de Figueras, a primero de febrero, de mil novecientos treinta y nueve».


Tras la lectura del texto, el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, otorgó la palabra al diputado Pascual Leone para que defendiera la proposición leída.

Álvaro Pascual Leone: «Un puñado de Diputados me confieren el mandato que obliga y la honra que acepto, de proclamar y justificar esta declaración. Estos diputados son de todas las tendencias, y acaban de pronunciarse en un problema político circunscrito a la confianza al Gobierno de manera unánime. Y parece extraño que la sesión continúe y que haya una nueva intervención para proclamar un nuevo principio, que es el viejo principio de todas las Cortes españolas. Porque el hecho político era la identificación y la adhesión a un Gobierno que tiene toda la fuerza de la opinión pública y toda la fuerza del Parlamento, pero eso es accidental. Cumplía en estos momentos, proclamar la identificación a nuestros principios y a nuestra razón de ser. Y esta es la declaración que se acaba de leer. Las Cortes españolas quieren decir alto y claro al país, y más allá de las fronteras, que, al subsistir y vivir, vive libre la patria española. Y para que viva libre la patria española en lo por venir, están estos soldados en las trincheras y estos legisladores dispuestos a quitarse la toga para acudir a las armas. (Muy bien). No es ocioso que lo repitamos cuando en el extranjero piensan en nuestra agonía (Aplausos).

Sí, es aquella agonía que nuestro Miguel de Unamuno -nuestro, Español- decía que era lucha, y es lucha y agonía esta guerra para transfigurarse España, esa España que invocan nuestros enemigos para venderla al invasor; esa España que está reunida aquí, en un rincón de Cataluña, representada por los descendientes de los Comuneros, por los descendientes de las Germanías, por los descendientes de la Payesía del Corpus de Sang, por los descendientes de aquellos ganaderos que mirando al sol aprendieron a navegar y dotaron a España y al Mundo de nuestros pueblos y de una nueva civilización.

Esta declaración de principios es muy simple. Puede concretarse en estas palabras: tierra íntegra, porque es nuestra, porque ha sido de nuestros abuelos y porque en esta patria en que los hombres no se sienten ligados a la tierra de los antepasados, por lo menos tenemos siempre el orgullo de legar la tierra a nuestros hijos. Soberanía fiel al destino político, al destino histórico. Patria Libre; lo decimos para que lo oigan más allá de las fronteras; mucho más: para que lo oigan más allá de las trincheras. Que sepan los españoles que luchan más allá de las trincheras, en un momento de remordimiento, que nosotros luchamos por que España sea libre en sus destinos y no sea mermada su tierra. Para esto están los soldados, estos marinos, estos aviadores. Que llegue al Ejército de Tierra, Mar y Aire el aliento de este puñado de diputados.

Si todos los Diputados presentes se unen a la declaración, creo que la unión necesaria será consagrada y pública». (Muy bien. Aplausos)


Finalmente, la propuesta fue votada afirmativamente por los 62 diputados. Se hizo constar a la Mesa que 106 diputados ausentes manifestaban su adhesión a los acuerdos que la Cámara adoptase. Se registró en el acta. Eran las 24 horas y 45 minutos cuando se levantó la sesión.

En la sesión de Cortes celebrada en el Castillo de Figueras, los diputados republicanos reiteraron su firme compromiso de lealtad en la defensa de la soberanía que emana la Constitución de 1931 y los procesos electorales de 1931, 1933 y 1936. Declararon estos como «derechos imprescriptibles», es decir, derechos que no pueden perder su vigencia o validez con el tiempo. De esta manera, las Cortes de la República Española no renunciaron en ningún momento a su soberanía. No se llegó a ningún tipo de tregua, pacto, armisticio, convenio ni aceptación de la derrota.

Esta legítima declaración de principios desempeñó un papel fundamental en la formación, en México en 1945, de las Cortes de la República Española en el exilio, bajo la presidencia de Diego Martínez Barrio. Este hito marcó el inicio de una serie de gobiernos republicanos que se prolongaron hasta 1977.

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