· Feminismo · Derechos Humanos · Laicismo · El Partido · Afíliate ·

11 de febrero de 1873. La lección del pasado.

 Primera República
11 de febrero de 1873. La lección del pasado.

La Primera República despertó grandes esperanzas en un pueblo sediento de justicia y buenas maneras de gobernar, que dieran fin a la oligarquía y el caciquismo, imperantes por largo tiempo de dominación monárquico-clerical, confundidos el altar y el trono.

Con motivo del 149º Aniversario de la proclamación de la Primera República Española, desde UNIÓN REPUBLICANA queremos rendir un homenaje a su recuerdo y resaltar la enseñanza que esta gloriosa fecha nos ofrece. 

Se ha dicho y aún se dice en los libros que hablan de ello, que la Primera República Española «La Niña» nació con facilidad excesiva; que nació casi por partenogénesis, faltándole el «parirás con dolor» que es bíblico imperativo de todo alumbramiento. Disintiendo de ese criterio, estimamos que el imperativo y la partenogénesis, en este caso, son un mismo tópico.

El que «La Niña» viniera al mundo «sin dispararse un tiro y sin romperse un cristal» no quiere decir que el hecho se produjera con ausencia de antecedente, y menos aún cuando ese antecedente existe tan profundamente ligado a la historia del liberalismo español. Lo que quizá, nació es con retraso, ya que su cuna pudo muy bien haber sido - y debió ser-  el septembrino puente de Alcolea. Así, al menos, no habrían faltado esos, por lo visto, dos indispensables ingredientes del dolor y de la pólvora cuya carencia achacan como vicio de origen a toda instauración de la libertad española...

Otros críticos lo que opinan, troncado el derecho por el exceso, es que al régimen republicano «le sobró juridicidad», como si la observancia y el respeto de la ley, que no otra cosa es el cumplimiento estricto de las normas jurídicas, pudiera ser nunca materia de censura.

Sinceramente nos atrevemos a creer que ambos grupos de comentaristas yerran en la apreciación. A la Primera República Española, ni le faltaron los tiros ni le sobró el legalismo. La falta estuvo en la desunión de los republicanos y la sobra en el odio de sus enemigos.

Infiltrados éstos, desde el primer instante, no sólo en las filas republicanas sino hasta en las funciones de gobierno, los monárquicos de la víspera, monárquicos continuaron siendo, aunque se tocaran simbólicamente con el salvoconducto de un gorro frigio y se dieran con falsa democracia el título de ciudadano. El voto que la noche antes habían otorgado al nuevo régimen, era un voto de circunstancias, lleno de reservas mentales y de añoranzas dinásticas alrededor de las cuales formóse pronto una quinta columna que si aún carecía de nombre propio ya actuaba bajo el mismo denominador común que ha sido y es consigna en sus herederas.

Haciendo el juego a las intrigas y zancadillas con que los «ci-devant » (1) obstaculizaban desde dentro los primeros pasos de «La Niña», otros enemigos -los del «Dios, Patria y Rey»- la hostilizaban desde fuera  -en Cataluña, Navarra, Vascongadas y en las montañas del Maestrazgo- reviviendo con fanatismo fratricida la barbarie de una interminable e incivil contienda.

Atacada simultáneamente en los dos frentes, el de la política y el de la guerra, un elemental principio de autodefensa imponía a la República una acción de energía y de eficacia, para coordinar la cual érale factor indispensable la UNIÓN más absoluta de todos los republicanos.

No obstante los desesperados esfuerzos que hicieron por lograrla unos cuantos hombres de buena voluntad, a los que su época trató con injusticia que hoy repara el juicio sereno de la Historia, esa UNIÓN no sólo no llegó a conseguirse, sino que aún viose más quebrantada por las impaciencias de unos y la intransigencia de otros... Abierta brecha por el flanco, la batalla que podía y debía ser ganada se convirtió en inevitable derrota, bastando para consumarla la perfidia de un espadón liberticida.

 A medio siglo de distancia, hechos muy semejantes, ya que no iguales, diéronse de nuevo en nuestro suelo. España volvió a tener República y España volvió a perderla. En la memoria de todos están las causas... y en el dolor de muchos, dentro y fuera de la patria, los efectos. Del parangón que, sin gran esfuerzo imaginativo, puede establecerse entre ambos períodos de la vida nacional, deduzca cada uno la lección que encierra.

La que a nosotros nos da el pasado en este día, que por ser de recuerdo ha de ser también de meditación, tiene proyecciones de indudable -e irrenunciable-  futuro; pero condicionado a una exigencia de presente: la UNIÓN firme, decidida y leal de todos los republicanos bajo la bandera de la República.

Es la lección que la Historia nos brinda, para aprender en ella, más en esta hora en que se ambiciona la recuperación del bien perdido, y que dependerá principalmente de nuestra disposición a considerar lo que fue aquel pasado, para que el presente no enseñe a asegurar y fortalecer el porvenir.

En tanto, sirvamos las ideas en recuerdo y homenaje para quienes -aún con sus errores- fueron guías y orientadores de nuestro destino político, que hoy como ayer, como siempre, alienta nuestras vidas, y que se resume en una palabra: REPÚBLICA.

UNIÓN REPUBLICANA

(1) «ci-devant» expresión empleada en la Revolución Francesa para designar a los antiguos nobles que habían perdido su condición aristocrática y su título.

Publicar un comentario