Alfonso J. Vázquez Vaamonde
El derecho a voto fue una utopía, aunque ya en la época de Atenas se ejercía de modo directo por los varones libres; no las mujeres, ni los siervos ni, ¿a quién se le ocurre?, los esclavos. Se frustró en 1873 con un Golpe de Estado. Impidió promulgar la Constitución de la I República. Se logró en 1931 con la II República democrática . La frustró otro Golpe de Estado en 1936 al que siguió una guerra y una postguerra. Su herencia es la actual CE78.
Media vida la viví bajo esa dictadura; la otra mitad bajo el régimen parlamentario actual de la CE78 que nos prohíbe elegir al Jefe del Estado. Nos declara “asiento de la soberanía” pero sólo somos “el escabel del Jefe del Estado hereditario” que nombró Franco
Para un demócratas republicanos, perdón por la redundancia, es insufrible ese tono de “los puros”, los “puros inútiles”, que alardean con nula “superioridad” carente de ética: “conmigo que no cuenten”. Recuerdan al “matoncete” del soneto de Cervantes. “Esto oyó un valentón y dijo: Es cierto/cuanto dice voacé, señor soldado./Y el que dijere lo contrario, miente./Y luego, in continente,/caló el chapeo, requirió la espada,/miró al soslayo, fuese,/y no hubo nada”. Es insoportable ese alarde de irracionalidad porque si se aprecia poco a todos los candidatos, no votar a los menos malos es apoyar a los peores. “Si tu no votas, otro lo hará por ti”. La negativa a votar priva a quienes provocaron el resultado de las elecciones el derecho a criticar su obra.
Ese vicio social es máximo en las elecciones al Parlamento Europeo. Ningún demócrata debe negarse a votar en las próximas elecciones de junio donde es habitual que haya la máxima abstención. Hace años fui a comprar “EL PAÍS” en una aldea gallega. La respuesta, aunque en broma, fue espeluznante. “Aquí sólo vendemos El Faro de Vigo” o La Voz de Galicia de la Coruña, lo que pasa mas lejos no nos importa”. “De lejos” llegó la luz eléctrica, los coches, la radio, la televisión; también el maíz, las patatas y el tomate; de lejos llegó la doctrina de la ilustración.
El progreso lo trajo la República en Francia con la “declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano”, un progreso incompleto que excluía a las mujeres. Olimpia de Gougues, una republicana demócrata redactó la “declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana” y pretendió su proclamación por la Asamblea francesa. No lo hizo y por eso en 1931la II República Democrática de España proclamó catorce años antes que los franceses la igualdad de derechos entre la mujer y el varón incluyendo el derecho al voto y a ser electores y elegibles.
“El mundo es una aldea real” fue una frase feliz de McLuham, pero no lo queremos lleno de aldeanos, sino de ciudadanos libres. La libertad no es un regalo eterno; es un bien delicado que exige su mantenimiento constante del sistema democrático representativo y aun de ese sucedáneo de la monarquía hereditaria parlamentaria, que periódicamente da la oportunidad de elegir a quienes nos representen, frecuencia que suele oscilar entre cuatro y siete años.
El Parlamento Europeo es una institución desconocida por falta de interés del Gobierno en nuestra educación, de interés propio y de los medios de comunicación. En él PE se decide mucho sobre nuestro futuro empezando por el presupuesto, que lo condiciona bastante. El poder legislativo lo comparte con el Consejo de la Unión Europea constituido por los ministros de cada gobierno. Estos se reúnen para adoptar leyes y coordinar políticas según sea el tema que se vaya a tratar y luego toman decisiones sobre legislación en conjunto con el Parlamento.
Que la UE sea una verdadera Unión Europea depende de que los europeos lo queramos. Pero es casi nula en la educación obligatoria el fomento de ese sentimiento común; y nulo el interés de los medios de comunicación que deberían impulsarlo informando cada día de las noticias de todos los países para que nos fueran próximos. Ese desinterés lo aprovecha la extrema derecha no democrática que nunca deja de votar, aunque su objetivo sea acabar con la democracia. Se reitera el vicio de las Comunidades en España que le echa la culpa de su mala gestión al Gobierno. Así los gobiernos desacreditan a la propia UE. El PE debe ser el lugar donde los demócratas de todos los países, unidos, impongamos una política de progreso europea que producirá más beneficios directos para todos los países, es decir, para nosotros mismos.
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