Manuel Sender | Unión Republicana
El artículo 3 de la Constitución de 1931 decía “El Estado Español no tiene religión oficial”; el artículo 27: “La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizadas en el territorio español”, y en el artículo 48 ya matizaba: “La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana. Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos”.
También la actual Constitución proclama la aconfesionalidad del Estado y el derecho legítimo de los ciudadanos a las distintas confesiones religiosas, pero para la Iglesia Católica “El laicismo no es democrático, es simplemente intolerante” (Carta a Las Provincias 10-X-04 del Arzobispo Agustín García-Gasco). Esta y otras manifestaciones de la Conferencia Episcopal han dado pie a manifestaciones de dirigentes liberales del PP, apostando por desmarcarse de “un partido confesional”, ampliando espacios y desplazándose al centro. Centro que intentan conseguir desde hace más de 8 años… sin alcanzarlo.
El laicismo lo entendemos los republicanos como el respeto a la libertad de conciencia de los ciudadanos. La escuela pública, eje de la formación de la sociedad del siglo XXI, debe ser por ello laica y absolutamente respetuosa con la libertad de conciencia de cada uno de sus miembros. Basamos la formación del individuo en valores éticos y morales. Abogamos, pues, por un modelo de Escuela Laica, que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto a los derechos humanos y, por último, en los valores éticos no sexistas.
Ante la reforma educativa promovida por el actual Gobierno, no es de extrañar la posición de la Iglesia Católica. Han sido muchos años (casi 65) de hacer su apostolado en las escuelas. Fueron los maestros un colectivo muy represaliado… recuérdese la sustitución de maestros de la zona roja por “cabos del glorioso ejército nacional con buena letra”. Las últimas promociones de maestros que habían aprobado las oposiciones en la República perdieron su plaza y no convocaron oposición para ellos hasta el año 1959. Está demostrado la penuria económica de los presupuestos de Educación hasta los años 60. El salario de los maestros de 1º Enseñanza se disminuyó en 1941 hasta los niveles de 1913 y así continuó hasta 1951. En 1960 no se había recuperado el nivel salarial de 1936 y fue en 1966, con una subida superior al 300% con relación al año anterior, cuando se dignificó su salario. Según Ruíz Giménez (ministro de educación) hacía 1953 había millón y medio de niños sin escolarizar, en 1962 con Rubio García-Mina (ministro) todavía faltaba escolarizar a 235.000 niños. Fue en los setenta con Vilar Palasi (curso 73-74) cuando se escolarizó el 97% en la enseñanza primaria.
Sin embargo, todavía fue menor la inversión y el esfuerzo educativo en la enseñanza pública secundaria. Este campo estaba prácticamente controlado por la Iglesia y sus centros. De ellos saldrían los futuros cuadros dirigentes del país y debían controlarse. De los 113 institutos de bachillerato (públicos y laicos) de 1939, se suprimieron 42 de ellos en el primer año al ser considerados “innecesarios a todas luces” (R. Navarro. La enseñanza durante el franquismo, pág. 117). No fue hasta el curso 1960-61 que se alcanzó aquella cifra y en el mismo curso había en manos de la Iglesia 1.248 centros que escolarizaban a 191.936 alumnos (frente a 49.348 de la pública), con mejores ratios y enseñanza con mayores medios. (G. Cámara Villar, Nacional-Catolicismo y escuela, pag. 238-265).
Fue a partir de los años 70 con la Ley General de Educación (LGE) con Vilar Palasi y la LOGSE aprobada en 1990 por el anterior gobierno socialista, los que impulsaron la reforma educativa y la mejora de presupuestos para la educación (pública y concertada). La novísima reforma que anuló en este curso la Ley de Calidad de la Enseñanza (LOCE), propuesta por el PP de Aznar, ha sido la espoleta que ha movilizado a la Iglesia, recogiendo firmas (incluso pro profesores en las aulas y a la salida de los centros), amenazando con una huelga que finalmente fue desconvocada. Un motivo más que nos ratifica la importancia de una escuela estatal laica, sin injerencias confesionales.
Artículo publicado en ‘La Rasera’ en diciembre de 2004