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La dictadura empezó hace 80 años

La dictadura empezó hace 80 años
Alfonso J. Vázquez | Unión Republicana

La dictadura tiene algo bueno: “el dictador no puede presumir de que es el señor de hombres libres”, dijo Estanislao Lec, un filósofo polaco (1909-1966) poco conocido, pero que nos dejó en su breve vida, inmensamente variada porque sobrevivió a varias dictaduras de todas las clases,perlas de ingenio y amable nacido de la libertad que vivía en él. 

Esa libertad de la que, con vocación digna de mejor causa, se nos priva con distintos subterfugios; todos los dictadores cada uno con su disfraz de “derecho legal”: un derecho que nace de un falso mandato divino, o de una fraudulenta herencia paterna o, más descaradamente, es el fruto sanguinario de una asesina violencia militar, civil o teocrática, que al muerto le da igual la disculpa que alega su asesino para “justificarse”. 

Muchas de esas dictaduras son ateas. La mayoría añade la burla del mandato divino al atropello de la libertad; ser el pueblo elegido; ser la “única religión verdadera”. Son todas reivindicaciones fraudulentas totalmente inadmisible. Si todos sus mandatos divinos son incompatibles entre sí, todos, menos uno, tienen que ser falsos. Y eso en el mejor de los casos. No cabe descartar la opción de que sean todos falsos. 

Algunas de esas presuntamente falsas religiones llegan a afirmar que “la verdad os hará libres”;pero no es “la verdad”, sino “su verdad”. Otras reivindican un dios justo y misericordioso, pero que no duda en ordenar el asesinato de quien no acepte la libertad que se le impone, que es la que, paradójicamente, le habrá libre al perder su libertad. 

Una ingenuidad la de Lec. A ningún dictador le ha preocupado jamás no ser señor de hombres libres. Al contrario; a todos les encanta que las personas acepten ser súbdito; es decir, estar “sub dictum”, “bajo su dictado”; el de sus leyes que son la forma en la que expresa como nos priva de la libertad de modo “tan legal como ilegítimo.” 


Hace años, cinco siglos, Miguel de Cervantes dijo por boca de un loco, D. Quijote, quizá por miedo a la censura que existía bajo la dictadura monárquica de los Austrias: “sólo por dos razones, amigo Sancho, se debe arriesgar la vida: por el honor y la libertad”. El riesgo existe y crece.

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