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Razón republicana y sentimiento irracional

Razón republicana y sentimiento irracional

Alfonso J. Vázquez | Unión Republicana

El siglo XIX alumbro dos corrientes filosóficas: la racional, heredera del siglo de las luces francés que rechazó los dogmas religiosos y políticos y recupero a la razón como base del orden que debe regir la convivencia: su fruto más eximio fue el librepensamiento. Su esencia es el derecho al diálogo en el que las partes alegan razones en favor y en contra de la cuestión que se debate. Un diálogo que parte de una premisa sin dogmas: sin temas cuya discusión se pueda hurtar por prejuicios o postjuicios; sin opinión que se deba prohibir, por insensata que parezca. La ley sólo debe prohibir los actos dañinos; eso es lo único racional; pensar no es un delito. 

De esa idea filosófica nació la democracia actual;no así la griega, sin duda un valioso precedente, con su defensa de los derechos fundamentales.El racionalismo reconoció la evidencia experimental: todos somos personas, variopintas, pero personas; por serlo tenemos igualdad de derechos dígalo que diga el pasaporte.Igual derecho a la Libertad; nadie puede pretender ser nuestro, dueño, amo o dictador. Derecho a la Igualdad; todos nacemos libres y los derechos fundamentales, los que nos hace personas, no son enajenables. Derecho a la Fraternidad, el hijo natural de la Libertad y la Igualdad. Todas las personas nacen tendiendo a crear el bien; solo el desvío alienante causa los conflictos interpersonales e internacionales. 

La otra idea fue el romanticismo: renacimiento del instinto como valor: “la idea” ala que se sacrifica “la realidad”.Su esencia fue la hipertrofia del sentimiento. Su paradigma fue “las desventuras del joven Werther”. Decenas de jóvenes cloróticos y cloróticas se suicidaron totalmente alienados.La siguiente deriva perniciosa del romanticismo fue la hipertrofia social del “hecho diferencial”: la superioridad racial, social o cultural tiene disfraces para atropellar la igualad republicana. Tras ese grupo “nosotros” todo está permitido: la maldad del cobarde que se sabe inútil, emerge en los países comunistas, nazis y fascistasy como defensa de valores se usa para cometer delitos desde la infamia al asesinato. El S. XX ha sido un trágico espectáculo. 

El aldeanismo del enfrentamiento entre Villanueva de Arriba y Villanueva de Abajo siempre se consideró una ridiculez propia de paletos e ignorantes. Al aumentar el territorio, la provincia, la región, etc., empezó a cosechar una inexistente respetabilidad, cuando merecía un mayor rechazo por ser más dañino. Cuando el ámbito subió de regional al nacional o,incluso,al estatal, entroncó con las viejas dictaduras monárquicas estatalizadas defensoras del rey, ahora führer, caudillo o secretario General y no delos ciudadanos, los únicos dignos de defensa. 

Como en los mejores tiempos dela inquisición, la cizaña es difícil de erradicar de muchas mentes, esa gente, dueños de “su única verdad”, despachan certificados de “sangre libre de judíos y moriscos”; de “adeptos al régimen” sea éste el fascismo totalitario de la derecha más irracional al comunismo totalitario de la izquierda igualmente irracional. Ambos son irracionales porque substituyen la razón que nos hacía a todos personas Libres, Iguales y Fraternas por el “dogma político” agresivo. Lo dice pueblo en román paladino: “nada se parece más a un tonto de izquierdas que un tonto de derechas”. De ahí que tantos totalitarios fascistas acabaran siendo totalitarios comunistas y viceversa. Su común enemigo eran los republicanos racionales. 

Hoy renacen expedidores de “certificados de constitucionalidad”; son los mismos que expedían “certificados de buenos y malos españoles” con que antes, sus padres y abuelos dictaban la sentencia a muerte o el más expedito tiro en la nuca y enterramiento en una cuneta o el ¿más piadoso? envío a la Siberia o a las Canarias o a cualquier isla lejana de la metrópoli, como el que sufriera Publio Ovidio Nasón cuyo lamento, exiliado en el Ponto Euxino: “amé la justicia y aborrecí la iniquidad por eso muero en el destierro” es el triste himno de todo exiliado víctima de estos “puros totalitarios” sean de derecha o de izquierda, que su esencia es común. 

¿De verdad es tan difícil ser persona, ser razonable? ¿Tanto esfuerzo les cuesta oír los “desatinos” del que no piensa como nosotros a cambio de que él atienda nuestras “verdades”? ¿Tan poca confianza tienen en el valor de“sus razones” que en vez de oponerlas a “las ajenas”, las prohíben en lugar de derrotarlas en buena lid; razonando? 

En España es más común difamar que discutir razonadamente. Con ello sólo confiesa en público la derrota intelectual de sus ideas al no encontrar ni una sola razón que oponer y pasar al grosero cuerpo a cuerpo de la difamación “ad hominem y ad mulierem ¡Qué pena de país!


Alfonso J. Vázquez Vaamonde, Profesor de Investigación del CSIC y abogado

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